Mobbing: el bullying silencioso que se esconde en el mundo laboral
Identificarlo, ponerle nombre y conocer los derechos es el primer paso para enfrentar una forma de violencia que, lejos de ser nueva, se disfraza de normalidad.
10/05/2025 | 07:56Redacción Cadena 3
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Buen día Argentina
En los pasillos de las oficinas, en reuniones de equipo o a través de correos llenos de críticas solapadas puede esconderse una de las formas más devastadoras de violencia psicológica en la adultez: el mobbing. Se trata del acoso laboral sistemático, un fenómeno cada vez más frecuente pero aún subestimado en el entorno de trabajo.
El mobbing no solo afecta la productividad, sino que erosiona la salud mental de quien lo padece, muchas veces de forma imperceptible y sostenida.
Es el bullying de los grandes. Nombrar el fenómeno, identificarlo y comprenderlo son pasos fundamentales para comenzar a combatirlo. Porque el mobbing tiene consecuencias graves: puede derivar en licencias psiquiátricas, renuncias forzadas, trastornos de ansiedad o depresión, y una pérdida profunda del autoestima.
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La especialista en salud mental Paola Zabala profundizó en el tema y trazó los contornos de este tipo de violencia. “El mobbing es el hostigamiento reiterado y sostenido en el tiempo, con la clara intención de dañar emocionalmente y aislar a la víctima en el entorno laboral”, afirmó. A diferencia del burnout —el síndrome de estar “quemado” por la sobrecarga de trabajo—, el mobbing es intencional. El objetivo del hostigador no es solo el maltrato: es empujar a la víctima a abandonar su puesto por sus propios medios.
Según Zabala, el tipo de mobbing más frecuente es el bossing, es decir, el acoso ejercido por jefes o superiores jerárquicos hacia sus empleados. Y aunque se tiende a pensar que las víctimas son personas frágiles o aisladas, ocurre muchas veces lo contrario: “Suelen ser personas brillantes, éticas, con ideas propias y valores sólidos. Esas cualidades, lejos de generar admiración, despiertan amenazas en líderes tóxicos que optan por desprestigiarlos”.
El proceso es lento pero eficaz: empieza con comentarios fuera de lugar, bromas hirientes, exclusiones, hasta llegar a cuestionamientos constantes del desempeño laboral. Muchas víctimas no logran identificar lo que les pasa hasta que el desgaste emocional se vuelve insoportable. “La disonancia cognitiva juega un papel clave: uno empieza a convencerse de que es su culpa, que está exagerando”, explicó Zabala.
En la Argentina, el fenómeno aún no es reconocido como una enfermedad laboral, a diferencia del burnout. Sin embargo, el país adhirió a convenios internacionales que obligan a las instituciones a contar con protocolos de prevención y actuación frente a casos de violencia laboral. El problema es que muchas veces esos protocolos existen solo para cumplir con exigencias formales, pero no se aplican con seriedad.
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“Una empresa realmente comprometida tiene que ofrecer canales de denuncia seguros y auditorías externas que garanticen imparcialidad”, sostuvo Zabala. Porque cuando quien decide si hubo acoso es parte del mismo entorno que lo permite, las posibilidades de reparación son casi nulas.
La parte más difícil en estos casos, afirma la especialista, es la probatoria. El mobbing rara vez deja pruebas claras: es verbal, psicológico, y se ejerce en la sombra. Por eso, recomienda a las víctimas documentar todo: guardar correos, mensajes, registrar fechas y testigos. Incluso grabar conversaciones puede ser una herramienta válida si se hace de forma legal.
Finalmente, Paola Zabala subraya que no se trata solo de un tema individual, sino cultural. El mobbing persiste donde hay liderazgos autoritarios o indiferentes, y donde el silencio del entorno valida la violencia. Por eso, identificarlo, hablarlo y exigir respuestas no es solo una forma de defensa personal, sino también un acto de transformación colectiva.
Entrevista de Carolina Amoroso