Madres frente a la crisis en discapacidad: "Sin terapias, sus vidas retroceden"
Celeste y Guadalupe enfrentan la falta de recursos y apoyo en su desarrollo. Sus madres, Lorena y Cecilia, describen la situación de los centros terapéuticos y la necesidad de atención.
18/06/2025 | 08:13Redacción Cadena 3
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Diversidad
Celeste y Guadalupe sueñan con lo mismo que cualquier otra joven: amar, aprender, vivir con autonomía. Pero sus caminos están llenos de obstáculos. Obstáculos que no vienen de su condición –Celeste tiene Trastorno Generalizado del Desarrollo, Guadalupe está dentro del espectro autista–, sino de un sistema que se cae a pedazos. Lorena Pérez, mamá de Celeste y Cecilia Aguilera, mamá de Guada, lo viven día a día. Sin terapistas, sin transporte, sin contención. Sin respuestas.
“Nos están dejando solas”, dicen.
La voz de Lorena se entrecorta al contar cómo el centro educativo terapéutico "Mi Lugar", donde asiste Celeste hace más de una década, atraviesa una crisis profunda. "Las obras sociales están retrasadas en los pagos, hay terapeutas que no cobran hace más de seis meses", explica. Esa demora hace que muchas veces las terapias se suspendan y el transporte falle. "Nos avisaron que una vez a la semana Celeste no tendrá traslado. Es un retroceso. Ella pierde estimulación clave para avanzar", explica a Diversidad.
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Cecilia enfrenta una realidad similar con Guadalupe. “Ella tiene 21 años. Le gusta su rutina. La necesita. Cuando le explicamos que no va a poder ir al centro, se angustia. Los chicos con autismo necesitan estructura y anticipación. Y todo eso hoy se tambalea”, agrega. Cecilia es trabajadora social, pero dejó su empleo al tiempo que nació su hija. “No había otra forma. Nadie iba a hacer mi trabajo. Vivía en Jujuy en ese momento y me trasladaba 70 km tres veces por semana para que recibiera estimulación temprana”, describe.
Ambas madres coinciden: la situación se agravó desde la pandemia. Menos terapias, menos profesionales, menos salidas, más burocracia. Y, sobre todo, más desgaste emocional. “Es frustrante. Es doloroso. Pero seguimos. Porque cuando la veo a Cele pelear por ir a sus terapias, cuando la escucho decir que quiere casarse, tener un bebé, sé que no puedo bajar los brazos”, dice Lorena con los ojos llenos.
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El impacto no es solo individual. Es social. Es político. Es humano.
"Los terapeutas se convierten en familia. Cuando dejan de venir, nuestros hijos lo sienten, lo sufren. Pierden vínculos, retroceden en sus logros. No es solo una terapia, es su mundo lo que se desmorona", agrega Cecilia.
Frente a la falta de respuesta estatal, muchas familias deben costear las terapias por su cuenta. Pero no todos pueden. Algunos centros ya cerraron. Otros, como el de Celeste y Guadalupe, resisten como pueden.
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“Queremos que nos escuchen. Que vean que esto es una estimulación diaria, que es esencial. Que sin eso, nuestros hijos no pueden avanzar”, concluyen.
Ellas no piden milagros. Piden continuidad, compromiso, respeto. Piden que sus hijas tengan una oportunidad real. Piden que no les arrebaten la posibilidad de soñar. Y mientras tanto, luchan. Porque si ellas no pelean por sus hijas, ¿quién lo hará?