La fábrica de sombras: una historia de espías en Brasil
21/05/2025 | 17:51Redacción Cadena 3

En un departamento de lujo en Río de Janeiro, con vistas al resplandor nocturno de la ciudad, Artem Shmyrev ajustaba su impresora 3D mientras su gato Maine Coon, un felino de pelaje majestuoso, lo observaba desde el sofá.
A simple vista, Artem era Gerhard Daniel Campos Wittich, un empresario brasileño de 34 años con un negocio próspero y una novia veterinaria que trabajaba para el Ministerio de Agricultura.
Pero tras esa fachada, Artem era un "ilegal", un espía ruso del SVR, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, entrenado para infiltrarse en Occidente bajo una identidad falsa.
Su vida, un castillo de naipes cuidadosamente construido, estaba a punto de desmoronarse.
A miles de kilómetros, en las calles empedradas de Grecia, Irina Shmyreva, su esposa, vivía otra mentira.
Bajo el alias de Maria Tsalla, una fotógrafa greco-mexicana, Irina, capturaba imágenes de paisajes mientras traducía sitios web y diseñaba campañas publicitarias para mantener su cobertura.
Los Shmyrev no eran la típica pareja de espías trabajando hombro con hombro; operaban en países separados, un movimiento audaz del SVR para maximizar su alcance. Pero la distancia pesaba.
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En mensajes interceptados, Irina le confesaba a Artem su frustración: "Esto no es lo que me prometieron. Siento que nos engañaron".
Artem, siempre pragmático, le pedía informes detallados para impresionar a Moscú, pero sus palabras ocultaban su propia ansiedad.
Brasil no era el objetivo de su misión, sino una fábrica de identidades, según revela The New York Times.
El SVR había convertido al país en un taller clandestino para crear espías encubiertos, aprovechando las grietas del sistema de registro civil.
Con certificados de nacimiento y pasaportes auténticos, agentes como Artem podían convertirse en ciudadanos brasileños y luego partir hacia destinos como Estados Unidos, Europa o Medio Oriente.
Río, con su caos vibrante y su burocracia permeable, era el escenario perfecto para construir estas sombras humanas.
Artem había pasado seis años perfeccionando su alias.
Su negocio de impresión 3D no solo era una fachada, sino una obsesión que lo mantenía cuerdo.
Su novia brasileña, ajena a su doble vida, planeaba un futuro con él mientras compartían cenas frente a la playa de Copacabana.
Pero Artem sabía que su tiempo en Río llegaba a su fin.
Moscú lo presionaba para activar su misión, y él estaba ansioso por dejar atrás la rutina y entrar en acción.
Lo que no esperaba era que un equipo de élite de la Policía Federal Brasileña, en colaboración con agencias extranjeras, ya seguía sus pasos.
En Grecia, Irina enfrentaba sus propios demonios.
Su vida como Maria Tsalla era solitaria; sus amistades, superficiales; su relación con su pareja griega, una fachada más.
Los mensajes con Artem revelaban su agotamiento: "Estoy cansada de fingir todo el tiempo", escribió una noche.
Artem, desde Río, intentaba animarla: "Aguanta un poco más. Pronto estaremos juntos".
Pero ese "pronto" nunca llegó. En enero de 2023, Artem desapareció sin dejar rastro, dejando a su novia brasileña sumida en un torbellino de preguntas.
Meses después, las autoridades griegas desenmascararon a Irina, y su pareja en Grecia descubrió, con el corazón roto, que había amado a un fantasma.